El Estado totalitario fiscalizó todas las facetas del pensamiento, la información y la expresión. Desplegó una férrea vigilancia sobre la educación, a la que encomendó la misión del adoctrinamiento político de niños y jóvenes.

 

ESCUELA Y CULTURA

La Reforma del ministro Giovanni Gentile (1923) confirió a la educación un carácter tradicionalista y elitista. Potenció la enseñanza de las humanidades y de la religión, al tiempo que atribuyó a la mujer un papel social alejado del ámbito laboral y de los puestos de responsabilidad, relegándola al papel de madre y administradora del hogar.

 

La didáctica se basaba en el Boletín de calificaciones de la escuela fascista. En él destacan tres materias de claro adoctrinamiento ideológico:  "Nociones varias de cultura fascista", "Historia fascista" y  "Religión".

Los docentes fueron transformados en funcionarios transmisores de consignas políticas. Los libros escolares, se encargaron de divulgar una idea mitificada del régimen y su líder.

 

Cada escuela en Italia, por pobre o pequeña que fuera, tenía que obedecer lo que se  imponía desde Roma incluso en lo que correspondía al mobiliario: el crucifijo entre los retratos del rey y el del duce, la bandera (con calendario de los días en que tenía que ser expuesta, desde las 8 hasta el atardecer), el Boletín de la Victoria (4 noviembre 1918). Casi todas las escuelas estaban conectadas a la radio con un altavoz a través del cual era posible escuchar los discursos de Mussolini.

 

Los libros eran controlados y existían textos únicos para la escuela primaria.

El control se extendía a la información y a los medios de comnicación; la prensa era censurada por el Ministerio de la Cultura Popular (Minculpop) fundado en 1937 para organizar la propaganda. Mussolini, periodista desde el principio, dedicaba al control de la prensa muchas horas al día. La radio también, controlada por la Eiar (futura RAI), se afirmó como un instrumento de propaganda.

Los medios de comunicación, prensa, radio, publicaciones de toda clase, al igual que la cultura, fueron puestos al servicio de los ideales fascistas. Se controló a los intelectuales, se persiguió a los díscolos (un ejemplo notable fue el del filósofo, pensador y periodista Antonio Gramsci) y se crearon organismos como el de la Academia de Italia, destinados a servir de “faro de las masas”.

 

 

El arte fue consagrado como instrumento de difusión del ideario fascista, si bien su campo expresivo gozó de más libertad que en el nazismo alemán. Un caso paradigmático del “nuevo arte” lo constituyó el “futurismo”, cuya principal figura, Marinetti, exaltó en sus obras ideas gratas al régimen, como la novedad, la velocidad, la acción, el nacionalismo y lo militar.

El cine sirvió para transmitir una imagen sublimada del régimen y se hizo testigo de sus fastos: paradas militares, inauguraciones, etc. La importancia que Mussolini otorgó a este medio como arma propagandística se concretó en la fundación en 1937 de los estudios de Cinecittà en Roma.

  

 

 

POLITICA ECONOMICA 

 

La confrontación existente en la sociedad italiana tras la Primera Guerra Mundial  provoca una inestabilidad en el sistema social del estado, junto con un alto nivel de inflación de la moneda. Las consecuencias prácticas en la economía, sobre todo de las clases medias, fueron la diminución del empleo, la caída de la lira italiana o el sometimiento de los pequeños proveedores al poder de las grandes empresas. La consecuencia fue el  Estado corporativo en el que el bienestar del individuo viene determinado por el desarrollo de los objetivos del estado, es decir, se supedita el interés de los individuos al interés del estado en su conjunto. Con el pacto de Palazzo Vidoni (1925) las negociaciones colectivas tendrán lugar entre los sindicatos fascistas y la Confindustria; se procede a la abolición de los consejos en las fábricas y no se admiten sindicatos que no sean fascistas así excluyendo el sindicato de la participación en las decisiones de gestión de las fábricas. “La nostra formula è questa: tutto nello Stato, niente di fuori dello Stato, nulla contro lo Stato”. De esta máxima del duce se puede extraer el carácter fuertemente intervencionista del sistema fascista en la economía que regula la competencia y se sirve del banco Central del Estato.

 

BATALLA DE LA LIRA: LA QUOTA 90

Sus primeras decisiones supusieron una subida de impuestos sobre el trigo, los cereales, el azúcar y el papel de periódico o la seda artificial. Sin embargo, la cumbre de su actuación la vio la reconversión al patrón oro y al tipo de cambio fijo de la lira. Esto se denomina la Batalla de la Lira, plan denominado Quota 90 que supone la fijación del tipo de cambio en 90 liras con respecto a la libra, en vez de las 150 liras que se habían fijado en el mercado en el momento inmediatamente anterior.

BATALLA DEL TRIGO

El gobierno corporativista busca la reducción de las importaciones de cereales aumentando la producción italiana.  Las importaciones eran un 15% del total de importaciones del país, con el daño que ello supone a una economía con una balanza de pagos en situación deficitaria de manera crónica. Esta Batalla del Trigo, se armó de una institución específica para ello, el “Comité Permanente del Trigo”, cuya función fue la de promover, instruir y garantizar la producción nacional de cereal, mediante la concesión de subvenciones para la adquisición de maquinaria y materia prima, la impartición de lecciones de formación agrónoma y la fijación de un precio elevado de compra-venta del trigo con el fin de motivar e incentivar la producción.

DESECACIÓN DE LAS MARISMAS PONTINAS

Las Lagunas Pontinas fueron finalmente drenadas mediante trabajos comenzados en 1928 bajo la responsabilidad del Consorzio della Bonifica di Latina, una corporación semi-gubernamental del gobierno fascista de Benito Mussolini. El gobierno desecó las marismas, las limpió de vegetación e instaló varios centros de familias en unos poderes estandarizados de dos plantas. A cada colono se le asignó una granja semejante, un horno, un arado, un establo, un caballo y 40 hectáreas de tierra. El proyecto, al que constantemente se referían en términos de batalla, fue un enorme estímulo de relaciones públicas para Mussolini, colmando su larga creencia en la "vocación rural del pueblo italiano" y en el triunfo sobre la naturaleza, base de la concepción fascista del progreso.

EL ORIGEN DEL IRI

Para evitar catástrofes financieras, Mussolini creó el Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI), el cual se estableció para reflotar compañías con severas dificultades económicas, y como proveedor de capital para generar flujo de inversión industrial en la economía.

A partir de 1935 la política económica del régimen estableció tres objetivos que lograr: 1. Crecimiento de las colonias: mediante su integración en la metrópoli. 2. Autarquía y autosuficiencia: reducir la dependencia de terceros mercados. 3. Incremento de la producción nacional y fortalecimiento militar del país, ante la amenaza de un nuevo período bélico con el crecimiento del nazismo en Alemania.