Las revoluciones de las colonias españolas y portuguesas para llegar a la independencia de Europa.

 

 

 

Antes que en Europa, muchas revoluciones acaecieron durante el siglo XIX en América del Sur.

 

En 1790, la colonia francesa de Santo Domingo en el Caribe se rebeló y la población negra cogió el poder bajo la guía de un ex-esclave, Toussaint Louverture. Los acontecimientos de la revolución francesa y de la guerra de independencia americana habían dado la posibilidad de producir cambios en América Latina también. Después, el Imperio napoleonico en 1802 volvió a restablecer la esclavitud que Robespierre había abolido combatiendo los rebeldes. Sin embargo, en 1804, Santo Domingo llegó a ser independiente bajo el nombre precolombino de Haití. En las colonias, a principio del Ochocientos, se seguía esclavizando a los negros y la sociedad era dominada por los criollos, blancos de origen española o portuguesa, con disponibilidad financiaria o recursos, que poseían mineras y plantaciones.

 

 

Muchos de ellos, gracias a sus estudios en Europa, conocían las ideas de la ilustración y de los movimientos revolucionarios. Ya no aguantaban el poder de las respectivas madres patrias de las que querían alejarse para tener libertad en la organización de los comercios y constatando además que, en el momento en que se necesitaban oficiales en el ejército o funcionarios gubernativos, sólo los españoles se escogían para estas cargas.

 

Por lo tanto, los  criollos decidieron conseguir la autonomía. Su dependencia de España no le permitía obtener alguna ventaja.   Muchos indios (normalmente siervos o campesinos), negros, mulatos y mestizos (hijo de grupos étnicos diferentes por ejemplo de un criollo y de un indio) que trabajaban en la artesanía participaron en la lucha dando ayuda a los criollos.

  

Lo que impulsó la lucha fue la invasión de España por el ejército napoleónico. En 1810, viendo las dificultades de la madre patria, muchas ciudades de latinoamérica expulsaron a los representantes de la monarquía cogiendo el control del gobierno. Se desató, pues, una serie de revoluciones  que permitió el conseguimiento de la libertad e independencia en toda la parte meridional del continente (Venezuela 1811-Argentina 1816- Chile 1817 - Colombia 1819- Perú 1821-Ecuador y Brasil 1822- Bolivia 1825-Uruguay 1828).

 

  

Héroes de estas luchas fueron Simón Bolívar y José de San Martín.

 

 

  

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Dos fueron los centros principales de este movimiento de independencia: el Norte donde en países como Venezuela y Colombia la lucha fue guiada por Bolívar y el Sur donde argentina, gracias a San Martín, ex oficial del ejército español, obtuvo la libertad. Más difícil fue la lucha en Perù territorio en que los lealistas fueron atacados desde el Norte por Bolívar y, contemporáneamente, desde el Sur por San Martin. En 1824, Perù también llego a ser independiente. Los países de América central se declararon independientes reuniéndose en la Federación de las Provincias Unidas de América central. 

 

Bolívar fue dicho el libertador y, gracias a su colaboración a la liberación de Perú, el Alto Perú convirtió su nombre en Bolivia.

 

La libertad de la madrepatria, sin embargo, no mejoró las condiciones de los indios y de los negros cuyo soporte dado a los ideales de las revoluciones fue olvidado por los criollos muy pronto. Las clases inferiores de la sociedad siguieron trabajando en las plantaciones o practicando una agricultura pobre en tierras que sucesivamente fueron compradas por los dueños blancos o sirviendo en las casas de los criollos. Ninguna mejora de su condición derivó de la participación en las luchas aunque la esclavitud fuera abolida.

 

 

En 1823, el presidente estadounidense Monroe afirmó en un discurso en el Congreso que, desde aquel momento en adelante, América sería de los americanos empezando una política de aislacionismo según la que ninguna potencia europea tendría en el futuro el derecho a ocuparse de los asuntos americanos ni la posibilidad de colonizar otros territorios. Si lo hubiera intentado Estados Unidos lo considerarían como un ataque a su mismo país. De esta forma, se asumió el deber de garantizar la independencia de los nuevos estados americanos, por la mayoría repúblicas débiles e inestables con una excepción: el Imperio de Brasil.